miércoles, 12 de mayo de 2010

viernes, 22 de mayo de 2009

La guerra de la mina


Yo vine a este colegio hace ya 3 años, el día a día ocurren cosas inesperadas, peleas, discusiones… Todo empezó en una pequeña discusión en la famosa mina del colegio Montserrat. Aquella tarde fueron muchos que vieron esa discusión. Yo empecé a separar a dos chavales del colegio de 3º de ESO, en ese momento vi que todos los de alrededor estaban en contra mío, les dije que no se tenía que provocar esa pelea, me amenazaron y me alejé. Los dos chavales se empezaron a pegar y tirarse piedras gigantes. Un chaval llamado Ramón, compañero de uno de los que se pelaban, cogió una piedra y intentó darme con esa piedra, pero yo me aparte, y rompió toda la pared, al final, siempre me acuerdo de cómo acabaron esos chavales, ese horror el cual viví y viviré cuando vea siempre ese agujero, esos días en los que merendamos en la mina, nos acordamos de ese momento como si lo estuviésemos viviendo.

viernes, 15 de mayo de 2009

Una amistat per sempre: La humitat


Això va passar a la escola Montserrat de vallvidrera. Tothom tornava de vacances, tot començava, nous alumnes, nous professors, un nou curs que començar amb nous reptes, amb noves metes, noves amistats, retrobades de amics de alumne a professor.
Com cada curs la directora de l'escola desitjava a tots els alumnes que comanessiomencessin el curs amb ganes, de les normes y de las novetats del cole. Els alumnes com gairebé sempre de les normes poc a poc que va passant el curs s’obliden, sobretot que no es pot córrer per el passadís, que no es poden llenar papers per allà on vols, que s’ha de mantenir la escola ben neta…però tot i així que de vagades s’oblidin i algún professor o monja els hi hagi de cridar la atenció rectifiquen ràpidament i aprenen la lliçó...
Però un dia normal de cole com qualsevol altre els alumnes de 4 d’eso compensaven a fer les primeres classe del mati tot transcorria normal, cada un a la classe que li tocava, gent sense fer els deures, amb algun un problema al ordinador però res fora de lo normal,però el pitjor encara estava per arribar .En la classe començaven amb les típiques brometes de apagar-se, de llençar-se coses, de córrer, de pegar al company de fer tonteries i clar com bé se sap aquestes coses sempre acaben malament, doncs exactament això li va passar a dos alumnes de la classe de 4 d’eso, a el Adrià i l' Óscar. Van començar a barallar-se de broma, però clar aquestes coses acaben malament i van sortir els dos corrents pel passadís amunt cridant com bojos, un darrera del altre i sense voler no es van donar conta de que hi havia un senyor arreglant les tuberias del lavabo i sense voler el Adrià va empuchar a l' Óscar i li va donar un cop al senyor que estava treballant i va fer que el senyor li dones am un ferro a la tuberia i que es petes, i va començar a sortit tot d’aigua ,el senyor es va caure de la escala per per la eclipsada d’aigua que es va emportar, l’Óscar i l’Adrià van fer cara de preocupació per el que havien fet, ràpidament van anar a cridar a la mare Mònica, que quan ells li van explicar es va quedar amb cara de sorpresa va anar corrents va veura tot l'embolic que havien fet, va ajudar al señor... Això va fer que la per molt que la volguesin arreglar no van poder aixi que sempre hi han hagut goteres i així és com va passar la historia de tota la humitat que hi ha en aquesta part del l'escala de el lavabo.

Historia oculta

En el año 2004 en una fábrica alemana de Dresde en pleno progreso (dada la demanda de las tan afamadas mesas de oficina que producían con madera de boj) el delegado de la sección de encaje se vio forzado a contratar tres miembros para incorporarlos en su plantilla como peones. Se trataba de Harold Schneider, Marcus Steiner y Kurt Maldolf. Eran obreros alemanes desde que nacieron, exepto Marcus, quien era la primera vez que se veía obligado a este trabajo a causa de la reciente crisis financiera por la pasaba su familia. De su reciente oficio solo conocía el recinto que ocupaba la fábrica dentro del polígono industrial de Dresde. El lunes de la siguiente semana seria su primer día, y aun no sabía ni lo que se producía en la fábrica. Estaba asustado i temeroso de que lo despidieran en su primera semana de trabajo, también temía que los obreros de la planta no simpatizasen con el de forma que lo aislasen i marginaran. “Quizá eso sea lo peor que puede pasarme, si me marginan no podre aprender el trabajo y en poco tiempo seré despedido” pensó Marcus con resignación.
Con estos pensamientos taciturnos paso el fin de semana hasta llegar el lunes. Se despertó a las seis, se alzo de la cama que le había acompañado en sus últimas pesadillas. Ando con paso lento y descuidado asta alcanzar la ducha de su pequeño piso. El agua lo despertaría de sus sueños… Al salir de la ducha se encontró de cara a su pequeña hija de seis añitos.
- ¿Que haces despierta tan temprano? - Le pregunto.
- No quería que te fueras. - Respuesta que fue acompañada de un bostezo que dejo entrever sus blanquecinos dientes de leche.
- Venga Sonja, a la camita. Hoy as de descansar que tienes que ir a la escuela.
- Mmm...… - La pequeña casi se caía del sueño.
La acompaño asta su cama donde la acostó. Un rato mas tarde ya estaba vestido y desayunado en la puerta junto a su mujer. Se despidieron con un breve beso i una larga mirada que no se rompió asta que Marcus cruzo la acera de enfrente a su bloque.
- ¿Buenos días, en que puedo ayudarle? - Le pregunto un recepcionista.
- Me llamo Marcus, acabo de incorporarme en la plantilla de la sección de encaje. – Respondió con sequedad.
- Espere un momento por favor. - Se alejo dando pequeños pasos, pero mas rápido de lo que jamás hubiera podido imaginar en un hombre de su estatura.
Tardo varios minutos en regresar acompañado del delegado de la sección. A su lado parecía un hombre alto y elegantemente empapelado en su americana de algodón.
- Buenos días eh… ¿Marco?
- Marcus señor.
- Ah, si Marcus. Por favor acompáñeme, le presentare al resto de la plantilla de la sección en la que esta destinado.
No se hizo esperar y emprendió la marcha con un paso lento pero presumiblemente seguro y decidido.
Le presento a los 17 trabajadores de la sección (incluidos a las dos nuevas incorporaciones) para despedirse y abandonarlo en aquella gran sala llena de maquinaria.
- Marcus!! Ven aquí, te voy a enseñar cual es tu función en esta planta, y si quieres conservar tu sueldo mas vale que atiendas, porque ni un milagro te podrá salvar.
- Mmm...…
- Ah si claro, perdona me llamo Hug Meisernov y soy el capataz. Tu haz lo que yo te diga yo me encargare de que los demás no te desgracien la vida o de que el jefazo te de una patada en el culo.
Mientras decía esto la cara de Marcus palideció con solo pensar en lo que le esperaba en la fabrica. Nadie le había dicho que ese era el pan que se respiraba cada día. Trabajo o deshonra y paro. Ya no estaba tan seguro de si mismo.
Su misión era encolar las juntas de los maderos para asegurar su fijación entre unos y otros, y para ello debía controlar una maquina semejante a un brazo mecánico, que se controlaba con un joystick.
- ¿Ves ese botón? – Dijo refiriéndose a un pequeño botón rojo en la parte superior del joystick. – Cuando lo pulses el brazo mecánico pondrá el pegamento instantáneo, no pongas demasiado o la mesa se podriría y con un poco de suerte solo quedaría pegamento en los márgenes. Pero en ese caso nadie la querría comprar, ¿quien es tan imbécil por pagar la misma cantidad por una mesa fea y podrida que por la bonita y sana?
No podía mas que admirar la sinceridad y la claridad (aunque también la bastedad y tosquedad) con la que se expresaba su capataz. No podía fallar. No debía fallar.

A media mañana ya sabia de memoria todo el proceso de producción y todas las tareas a las que debía de contribuir.
Pese a la dureza de su nuevo trabajo, Marcus no podía sino esforzarse por mantener a su familia, por ofrecerles una vida mejor, por no fallarles…

Con ese duro esfuerzo fue progresando a medida que pasaba el tiempo, y así forjo su reputación en la fábrica. Ya no era el nuevo peón, ahora el era el capataz. Un duro año de trabajos severos y sueldos pésimos había requerido tal puesto, pero ahora las cosas cambiarían. Tal y como paso ya hace un año, otra vez debían de ampliar la plantilla. Necesitaban dos peones más. Este cometido cayo en manos de Marcus quien en tan solo dos días ya había localizado a los dos peones necesarios para el trabajo. Se trataba de Arnold Schwartz y Sonja Mitzven. Mientras Arnold entraría bajo sus ordenes Sonja estaria a las del delegado de la sección D. Tal y como había sucedido con el, el nuevo peón fue presentado a la fabrica y se le explico su función.
Seria el encargado del encolage de las piezas. El primer día no sucedió nada especial, pero al segundo dos horas estuvo parada la producción debido a un error en el uso de la maquinaria del sector. Se trataba de la maquina que manejaba Arnold, se había partido por haber querido forzarla demasiado. Tras el accidente una mesa salio con un excedente de pegamento en la fase de montaje.
Sus superiores no debían de enterarse de esto. ¡¡Podían expulsarlo y dejarlo en el paro!! No podía arriesgarse a parecer desprecavido o descuidado, y por ello debía de tomar medidas que pudiesen apaciguar la sed de venganza de sus superiores.
Con un poco de suerte aun estarían a tiempo de quitar la mayor parte del pegamento de la mesa, pero las dos horas de inactividad no podían ser compensadas. También debía tomar medidas respecto a Arnold. Resolvió enviarlo a secretetaria, donde no podría causar más desafortunados accidentes, y de este modo no despedirlo. No sabía que les diría a sus superiores. No quería saberlo.

Al día siguiente fue llamado a la presencia de sus superiores. Después de una sesión única de tres horas se aprobaron todas las medidas que propuso Marcus. Tan solo se opusieron a la continuidad de Arnold en la empresa, pero Marcus le acredito y se ofreció a pagar y hacerse cargo de sus errores, de modo que todos quedaron satisfechos tras la reunión.
Solo faltaba una cosa. ¿Quien querría la mesa? Pese a su accidente había quedado en buenas condiciones, pero nadie querría esa mesa si no viniera esta dentro de un pack muy numeroso. Si eso haría.
Dos semanas más tarde ya había acordado una importante venta de 100 mesas a la multinacional Ikea que a su vez las vendería en Barcelona. Ahora ya no serian problema suyo. Ahora solo tendría que disfrutar de su mujer y su hija, y aprovechar todo lo que la vida le preparara. Alguna vez pensó en el destino de esas mesas, lo que nunca no imagino seria que acabaron en una escuela de monjas situada a los pies de Vallvidrera y de la torre de Collserola.

UN DETECTIU DE PRIMERA


Un detectiu de primera:

Em faltava poc per abandonar l’escola, en un mes en tocava passar a fer el batxillerat a un altre institut.

Feia com tres mesos que ningú m’encarregava cap cas i confiava en que ningú ho tornes a fer, mentres pensava e això assegut en un banc del pati l’Antoni Pou, un noi de segon d’ESO que volien fer fora del col·legi per fer grafits a les parets, ell ho negava empre que els professors l’interrogaven.

Ells no paraven uns nois els van dir que l’havien vist i no pararien fins a demostrar que ell havia fet els grafits fos veritat o mentida. Ell sàvia que el temps corria en contra seva i no podia perdre ningun segon. Va venir a demanar-me que l’ajudes, he de dir que jo me’l creia donat que els que van dir que l’havien vist, no eren uns alumnes molt de confiar en ells, però vivim en una democràcia i si hi ha gent que l’ha vist fen-t’ho no es pot fer res si no hi han proves.

El vaig acompanyar fins al joc dels fets, no hi havia res que demostrés que les lletres FROK les hagués escrit ell i no hi havia res que demostres el contrari, em vaig asseure a les escales a pensar en que podia fer per ajudar l’Antoni.

Quan tornava al pati vaig veure una càmera de l’estació de tren que apuntava cap al col·legi, al sortir de les classes el primer que vaig fer va ser anar a l’estació i demanar per veure la cinta, no sortia res.

Vaig tornar a l’escola el dia següent amb la sensació de que seria el primer i únic cas que no podria resoldre, quan els que havien anat a dir als professors que l’Antoni havia fet les pintades se’m van posar davant amenaçadorament, per sort es van anar quan van beure que uns policies que sempre venien a l’entrada i sortida. En grup eren molt valents però quan hi havia algú que era mínimament perillós per a ells s'anaven corrents sempre. Aquest fet em va reafirmar en les meves sospites de que ells eren els culpables, segurament els molestava que alguns investigues el cas, però no tenia res en contra seva i no podia acusar-los sense probes.

Va ser un dia llarg per a mi les classes se’m feien molt llargues i cada minut mel pasava pensant en el cas. A la sortida de l'escola, vaig veure que en la paret d'una casa estaven desmuntant una cosa, donada la meva incontrolable curiositat vaig tindre que anar a preguntar que feien els dos operaris, em van dir que desmuntaven una càmera perquè un colom l'havia tapat amb les seves defecacions.

Vaig mirar a dalt de la torre on m'havien dit que estava la càmera, des d'allà segur que es podia veure el lloc on havien sigut pintats els grafits. Vaig preguntar a en Pere l'operari si em podia deixar veure el vídeo que era molt important, va dir que si, vaig córrer a casa per analitzar-lo es veien quatre persones fent un graffiti però no les cares, després d'una hora de mirar el vídeo em vaig donar compte de que el vidre del costat feia de mirall i sempre que pasava per allà em podia veure, vaig ampliar l’ imatge i es podien veure clarament les cares dels que l'havien acusat.

No vaig esperar al dia següent vaig córrer a l'escola i vaig ensenyar el vídeo amb les cares al director, ell es va encarregar de que paguessin pel que havien fet i per acusar falsament a un company.

FI!!!!



Desapercebuda



És curiós. Moltes vegades els detalls insignificants que hi ha en un entorn conegut passen desapercebuts, però quan ja no hi són es troben a faltar.

Segurament, tots els alumnes del col·legi hi havien segut alguna vegada, però sense fer massa cas a la tara. Però quan la van reparar, tothom se’n va adonar.

Era la rajola que els nens petits saltaven quan intentaven passar er allà sobre en línia recta. Era el lloc on els alumnes més grans posaven el peu, per no trepitjar les plantes, per recollir alguna pilota que s’havia colat. Era un lloc on hi començaven a néixer petites mates d’herba...

Poca gent s’havia preguntat el per què del forat. Podria haver estat perquè un dia, mentre hi van deixar repenjats unes teules per arreglar la teulada, podia haver una pilota molt inflada de futbol, al deixar-hi el menjar per entrar a la cuina...

Res d’això. El sol. La escalfor del sol, tant tenaç havia estat el causant d’aquella trencadura. La mateixa calor que li havia donat la forma, la força i la duresa, poc a poc, també l’havia trencat, l’havia canviat, li havia fet ser una mica més útil... l’havia fet ser diferent de les altres rajoles.