Memorias bajo tierra

En Vallvidrera había un internado grande y precioso, rodeado de flores llamativas de colores con mariposas y abejas transportando polen. El ambiente era de paz y felicidad. El internado estaba regentado por unas monjas, y todo él era como una familia. Había un grupo de cinco chicas, las cinco internas entre esas paredes. Cada chica era diferente, Maribel era la que había sufrido problemas familiares. Su padre se había ido y su madre no la podía mantener así que la abandonó. Aún así era una buena chica que le gustaba estar con la gente que le quería. Andrea era la más graciosa del grupo. Era fuerte, pero por dentro también era tierna. Vivía con sus abuelas hasta que ellas murieron y entonces fue cuando llegó al internado. Bárbara vivía en el internado ya que sus padres no andaban muy bien de dinero y no podían mantenerla. Era habladora y muy sonriente. María era la más buena niña de las cinco. Era delgada y callada pero dentro de ella había un gran corazón. Su padre se había muerto y su madre se había ido a vivir al Caribe así que ella estaba en el internado. Finalmente Gina era buena persona pero era un poco creída. Sus padres se habían separado y su madre había entrado en una depresión. Su padre no quería mantenerla y su madre no estaba en condiciones. Todas eran huérfanas así que se entendían muy bien entre ellas, eran como hermanas. Llevaban nueve años juntas. La primera que llegó al internado fue María y la última Bárbara. Los días iban pasando y ellas iban creciendo. Estaban bajo una buena educación de las monjas, que eran como sus madres. Les hacían de madre y de profesoras. También aprendían cosas que cada hermana les enseñaba como coser, dibujar, cocinar, cantar...Así que las chicas ya estaban preparadas para el futuro. Eran todas cristianas, asistían a la misa del colegio y a los actos religiosos. Habían pasado muy buenos momentos juntas, se habían peleado, se habían tirado los pelos pero la amistad siempre las unía finalmente. Llegaron los dieciocho años y con ellos la carrera, su vidas se separarían como hermanas pero nunca como amigas. Hicieron un trato y quedaron que cada viernes del mes sería sagrado para ellas. Quedarían en el bar del lado del internado y se explicarían todas las cosas emocionantes que su vida les plantearía. Cuando llegó la hora de recoger para marcharse a la universidad y a la residencia de universitarios fue muy duro. No se lo podían creer ya que habían pasado parte de su vida allí y ahora lo iban a dejar todo para empezar de nuevo. Cogieron todas las cosas que las mantenían juntas, fotos, cartas, pulseras, regalos, notas...todo excepto el amor que tenían entre ellas y las escondieron debajo de un azulejo pintado de amarillo. Aquí termino la etapa de su infancia y madurez para enfrentarse solas a un futuro que no sabían como sería.