viernes, 15 de mayo de 2009

El secreto que esconden las escaleras negras...


Todo empezó a principios de septiembre, cuando el Colegio Montserrat volvió a empezar un nuevo curso tras tres meses de vacaciones.

Todo estaba preparado para nuestra llegada, la portería adornada con fotografías de los trabajos hechos durante el curso pasado, las paredes de algunos pasillos o clases habían sido pintadas, todo estaba como nuevo.

Al entrar en mi clase, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Un año más los 25 compañeros con quienes habíamos compartido todas las clases desde hacía aproximadamente diez años nos volvíamos a encontrar para iniciar un nuevo curso, con alegrías, ilusión y seguramente también con algunos enfados. Nuestra nueva tutora fue Madre Mónica Ferrer, quien nos recibió con una gran sonrisa, nos explico algunos de los cambios que haríamos durante el curso, las nuevas metodologías que trabajaríamos…

El tiempo fue transcurriendo, la rutina volvía como lo hacía todos los años por aquellas fechas. Pero a mi aún no parecía afectarme. El nuevo método de trabajo con ordenadores me apasionaba. Durante el primer mes, nos enseñaron cómo funcionaban algunos programas que no habíamos utilizado nunca, nos abrimos cuentas en algunos otros…

El primer trimestre pasó rápidamente, sin muchas complicaciones. Pensé que 4rto de la ESO no era tan difícil como me habían contado. Pero lo que no sabía era que lo peor estaba por llegar.

Un lunes, encendí mi ordenador como de costumbre, y antes de empezar la clase abrí el Gmail para consultar mi correo. Tenía un nuevo mensaje en mi bandeja de entrada, el autor era “anónimo” i en el asunto ponía: “¡Correo urgente, abrir!”. Al principio dude, ya que sabía que muchos mensajes enviados por personas anónimas podían tener un virus. Pero la curiosidad pudo conmigo. Lo abrí, y un párrafo enorme apareció en mi pantalla. Empecé a leer con indiferencia, pero después me metí por completo en el texto. Hablaba de unos mensajes en clave, un secreto que no se podía desvelar y de otras personas involucradas en el asunto. Tuve que cerrar la pestaña cuando empezó la lección y mi compañera de clase se sentó a mi lado y empezó a explicarme el último cotilleo más exclusivo que había sucedido en el colegio. Entonces mi atención se centró en ella, aunque las palabras del mensaje se repetían en mi mente. No había sido capaz de entender el texto por completo, por lo que al llegar casa lo volvía leer con más detenimiento y concentración. Por la noche me acosté sin mucha preocupación, ya que pensé que el mensaje debía ser una broma de algún otro compañero de clase. Al día siguiente, al llegar a la escuela hice lo mismo que de costumbre. Abrí mi correo electrónico, y para mi sorpresa había otro mensaje nuevo de “anónimo”. Me suplicaba que investigara sobre el tema, y que sobretodo no le contara nada de esto a NADIE. También ponía que me fijara bien en las escaleras. Pero… ¿Qué escaleras? No entendía nada, cada vez estaba más confusa.

Decidí contarle lo sucedido a una de mis compañeras, con quien tenía más confianza. Empezó a reírse de manera descarada creyendo que estaba loca, pero le expliqué que el mensaje era cierto y que seguramente abría algún secreto escondido en la escuela que debíamos averiguar.

En la hora del patio, fuimos a “las escaleras rosas” que hay en el extremo izquierdo del colegio. Eran escaleras normales y corrientes, y por mucho que buscamos no encontramos nada. Luego fuimos a ver las escaleras principales, la de los “profes” y pensamos que a lo mejor había mensajes secretos escritos entre los murales que había colgaos. Empezamos a leer algunos de ellos, pero nos dimos por vencidas. Al subir a nuestra clase por “las escaleras lilas” volvimos a fijarnos en los detalles, pero no encontrábamos nada que encajara con lo que hablaba el correo.

La decepción me invadió, pero a las 5 bajando por las “escaleras negras” me di cuenta de algo. Había extraños rasguños en las paredes hechos con una especie de objeto punzante. Hice algunas fotografías con el móvil i en casa las miré más detalladamente.

Parecían signos o fórmulas secretas. Sin pensarlo dos veces llamé a casa de la única persona con quien había compartido el secreto, le pasé las fotografías por correo y juntas empezamos a descifrarlas.

La “investigación” duró 5 horas (de 5:30 a 10:30), estuvimos buscando por Internet códigos y lenguajes secretos, hasta que al fin dimos en el clavo. Encontré una página donde hablaba de un tipo de mensajes que se escribían principalmente en las paredes de sitios donde solía pasar bastante gente. A cada signo le correspondía una palabra o una letra. Poco a poco fuimos averiguando todo lo que ponía en las paredes de las “escaleras negras”. Hablaba sobre un secreto muy bien escondido, sobre un sobre que contenía información confidencial, y lo más importante, sobre el aula de Filología, a la cual solo podían asistir los alumnos que cursaban Bachillerato en el colegio. Pensamos que sería imposible entrar en la clase de Filología sin que nos viesen, por lo que no nos quedó otro remedio que esperar al año siguiente para descubrir el secreto que escondían las escaleras negras. Aunque, de algo de lo que también estábamos seguras era que no dejaríamos el misterio sin resolver…

2 comentarios:

  1. Hola Alba!

    Acabo de leerme tu texto y la verdad es que me ha gustado mucho. La historia es muy interesante y produce mucha intriga. Es como, un texto que "engancha". Lo único que no me ha gustado mucho a sido el final. El misterio queda sin resolver, así que a ver si te animas y creas la segunda parte dando más datos sobre el final de esta intrigante historia.

    Un beso

    Georgina

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  2. Alba!!
    Muy chula, me ha intrigado bastante y a pesar de ser larga no he dejado de leer, eso es buena señal.
    He de admitir que se parece más al comienzo de una novela que a una pequeña historia pero seguro que hubiera sido una súper novela. Pero igual que Georgi me he quedado con la intriga!
    Muchas Gracias por colgarla,
    Besos
    Emma

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